<Versión 0.8>
Escrito a lápiz
Usted pensará que malgasto mi tiempo.

01 julio 2006

Alemania, además de fútbol, política

¿Leyeron el pasado domingo el artículo en El País de Antony Beevor? Hoy, leyendo el primer editorial del mismo periódico lo he recordado, en su artículo Beevor (olvidando esas terribles últimas líneas de topicazos de la región) lamentaba hace una semana la fractura de España y su incapacidad para, en sus diarias diatribas, partir de algo que no fueran las dos españas de la Guerra Civil de 1936. Hoy El País editorializa sobre la reforma de la Ley Fundamental alemana aprobada ayer por la Bundestag con amplia mayoría y el acuerdo entre el CDU (Unión Demócrata Cristiana) y el SPD (Partido Socialdemócrata Alemán), los partidos de mayor representación en la cámara. Se aprueba con la oposición de liberales, verdes e izquierda poscomunista, que no parecen pocos incluso sabiendo que representan al 9.9%, 8,3% y 8,8% respectivamente. Así y todo, ésta suele ser la tónica habitual en las reformas que vertebran los Estados: los grupos mayoritarios que tienen el poder acuerdan reformas que ante todo no acaben con el poder que tienen. Un arte en el que los españoles fuimos maestros y como en casi todo lo que tiene que ver con nosotros, no es una práctica de la que estemos orgullosos (seguramente porque no da muy buena imagen aquello de ‘a las minorías que les den, que el pastel lo repartimos nosotros’). Puede que un alemán tampoco se sienta hoy orgulloso de su nuevo pacto constitucional (no olvidemos por eso que su pasado pacto no es, de hecho, suyo). Quién sabe, quizá los alemanes han vivido los últimos meses en una continua crisis política provocada por la falta de política de sus políticos. Un contexto en el que cada mañana alguien vaticine la fractura del estado. Pero esto parece poco probable, son alemanes, no españoles, y pese a lo mezquino han hecho lo que había que hacer: los dos partidos mayoritarios representantes de las posturas ideológicas más moderadas y centristas (por mucha ‘democracia cristiana’ y ‘socialdemocracia’ que se llamen), han pactado una reforma que molesta principalmente a los reformistas y respaldada por los partidos ‘de gobierno’. Vamos, lo normal (lo normal visto desde fuera, sin entender tres palabras de alemán o una de derecho constitucional). De verdad sí parece ponderado que los cambios deben ser más lentos de lo deseable, que no agraden a puros de uno u otro bando y que sólo los híbridos terminen por sentirse cómodos. Es lo más cercano al empate y lo más alejado de la guerra y sus soluciones, ya sean dos Alemanias, dos coreas o dos Españas. Consiste en no discutir por la película del sábado noche y terminar viendo una que no sea ni tu favorita ni la mía. Y si lo consigues, podrás conseguir que el Estado de los länder alemanes y los länder del Estado alemán pacten una reforma en la que no se sabe quién gana y quién pierde más. Los alemanes han entendido a la perfección que eso de perder y ganar es una cosa de Mundiales.

Entonces recuerdas a Beevor (o a Marín gobernando un patio de colegio) y caes en la cuenta de que en este Estado la presión no la ejercen los extremos. No son las minorías las que influyen para marcar una tendencia en la mayoría general, no son éstas las que se quejan amargamente porque lo que era su propuesta se ha desvirtuado con las modificaciones que la mayoría se ha encargado de aplicarle. En este país nuestro nos falta una minoría de derechas (no nacionalista) a la derecha de la centro-derecha española. Con suerte eso solucionaba la paradoja de la tajante oposición a la acción de gobierno que lleva a cabo la oposición mayoritaria en el Congreso, el Partido Popular, gobernante en la mitad de los ayuntamientos, diputaciones y gobiernos autonómicos; que se opone sin embargo, no a la decisión acordada con el Gobierno del Estado, sino directametne a la posibilidad de acordar cualquier decisión contribuyendo notablemente a la ingobernabilidad y la continua sensación de crisis. Algo poco político digamos. Además es triste, el propio periódico El País escribe el editorial de hoy aquejado de melancolía, añorando aquella infancia en que un texto elegante aunque poco concreto, era sin embargo suficiente para gobernar un Estado fruto de la tumba del Dictador. Mientras Alemania firma que la II Guerra Mundial ya no es su pasado inmediato, aquí cada día anunciamos una II Guerra Civil. Suerte que los incivilizados eran los bárbaros.

Lo que España necesita ahora es un pacto de recuerdo, no de olvido, pero debe enfocar la memoria de un modo completamente distinto: uno que evite los fantasmas propagandísticos del pasado que se alimentan a sí mismos.

España debe levantar el manto de silencio. Antony Beevor, El País 25-06-2006

[Dispensen el mal uso de los enlaces, se me terminaron mezclando las ideas]


aportaciones:
(Sarita)

Mi cabeza todavía no está en su sitio... Después de recorrer ayer unos mil doscientos kilómetros, y haber hecho otros novecientos el día anterior ya no sé ni dónde estoy, y lo peor, ya no sé ni en qué idioma hablo, ni en qué idioma leo... Ahora me ha pegado por hablar en italiano-catalán...

Así es que volveré a leer tu artículo con más calma para asimilar todo lo que hay por asimilar...

En cualquier caso, y hasta que vuelva a conectarme, como diría una muy buena amiga mía y una persona a la que aprecio enormemente...

Saludos varios.

Un beso muy fuerte Lydia.
 
Vamos, que esto es el blog de una facha y que en breve empezamos con las recomendaciones a leer a Moa y el rollo de que a GC empezó en el 34.
 
Debido a las violentas manifestaciones en Asturias ¡por supuesto!

Vamos hombre, espero que esté ironizando, que yo lo único que pido es que el Partido Popular permita de una vez que este Estado se gobierne, que su constitución se cambie si hay motivos para hacerlo y que se dediquen un poquito más a hacer política.

Las minorías tienen su papel minoritario de recordarle a los partidos mayoritarios que, aunque no lo recuerden, ellos no son como el adversario directo. Eso es malo, muy malo, ahí tiene Usted a FJL recordándole cada mañana a Rajoy que es un Mariacomplejado. Pero también es bueno, de vez en cuando Zapatero se gira, le deslumbra la cara de Llamazares, el pobre hombre hundido en sus ideales, y propone leyes sociales y esas cosas que hacen que el país funcione un poco mejor. Luego llegan las grandes decisiones, se reúnen con los grades grupos, se crecen, acuden a todas las reuniones, participan de todas las decisiones, se les hace caso, se les tiene en consideración y se les deja fuera de la foto porque no interesa que aparezcan en ella, pero fundamentalmente porque no les interesa aparecer en ella. Caso práctico es el nuevo Estatuto de Cataluña. El PP aprobó a lo largo de las comisiones previas el 94% de las sentencias del nuevo texto, pero no pudo soportar no estar de acuerdo con el 6% y, lo más importante, renegó de gran parte de aquellas que había aprobado. Era minoría y no le interesa salir en la foto. Al igual que ERC se salió en encuadre a última hora cuando el foco que les iluminaba era estatal y ellos se veían deslumbrados. No les interesaba de hecho, conseguir el Estatuto que deseaban, incluso aunque éste hubiera sido aprobado. Son partidos creados parar defender causas que nunca se ganarán, es la base de su supervivencia, si se ganan pierden su razón de ser. Por eso si pides un nuevo estatuto tienes que conseguir que el logrado 'no sea lo suficientemente bueno'. Si pides la independencia tienes que asegurarte de que nunca la consigues. Si pides que el terrorismo se acabe, no debes olvidar que éste debe seguir existiendo.
 
Ironizaba, sí. Es curiosa, de todas maneras, la importancia que se da en España al consenso y al acuerdo. Resabios de democracia orgánica que nos quedan, digo yo.
 
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